8/12/2009 PLAN DE RECUPERACIÓN DE UN ESPACIO ANCESTRAL
Los napolitanos resucitan unos viñedos de Pompeya desaparecidos con la erupción del Vesubio hace casi 2.000 años
• El proyecto arqueológico quiere restituir el hábitat de la época
- El paraje. Vista de algunos huertos de la antigua Pompeya, con el Vesubio al fondo. Foto: ROSSEND DOMÈNECH
ROSSEND DOMÈNECH
POMPEYA
Los napolitanos han resucitado unos viñedos desaparecidos hace casi 2.000 años. Parece una broma levantina, pero no lo es. Murieron exactamente «una hora después del mediodía» del 24 de agosto del año 79 después de Cristo, según relata Plinio el Joven, sobrino de Plinio el Viejo, muerto en la erupción, en unas cartas escritas a Tácito.
Aquella tarde comenzó la erupción del Vesubio que sepultó las ciudades de Pompeya y Herculano. Muchas viviendas tenían huertos y pequeñas viñas de las que sacaban vino. La lava y las cenizas petrificaron la vida de Pompeya y también los huertos situados a los pies del Vesubio. Hasta el año 1996, cuando los arqueólogos de Bellas Artes descubrieron que en torno al anfiteatro pompeyano había habido huertos y viñas. Y alguien tuvo la idea de estudiar la posibilidad de recuperar lo que se plantaba.
La labor fue encomendada a la finca agrícola Mastroberardino, reconocida por la comunidad científica internacional por su especialidad en identificar y recuperar viñedos antiguos. Inicialmente, lo intentaron en un campo de 200 metros cuadrados del área arqueológica. Mario Fregoni, de la Universidad de Pavía, especialista en cultivos antiguos, explica que «las raíces calcinadas no daban para obtener una muestra genética activa de las cepas originales». Entonces, se unieron arqueólogos, arqueobiólogos, historiadores y agrónomos para hallar la solución y la descubrieron en las pinturas y relieves de la misma Pompeya. Principalmente, en un conocido fresco de Baco frente al Vesubio, con las laderas plantadas de vides.
Se estudiaron y compararon las hojas, las uvas, los troncos de las vides e incluso los moldes en relieve de las raíces del 79 d.C., con las variedades que actualmente se cultivan en la zona. Alguna de ellas ya era considerada como descendiente de las de entonces. Los estudios duraron tres años y, al final, se identificaron ocho variedades, plantadas de acuerdo con los sistemas usados por los pompeyanos: la misma altura de las parras, idénticas distancias entre planta y planta… Al final, solo tres cepas prosperaron. Llevan los nombres de aglianico, sciacinoso y piedirosso. La historia vinícola de Italia ya las reconocía como descendientes de las cepas antiguas, con los nombres de vitis hellenica, la vitis aleogina y columbina purpurea. Cuando lo explica, la arqueobióloga Annamaria Ciarallo pone cara de satisfacción.
Una vez madurada la uva, se elaboró el primer vino, una parte con el sistema actual y otra parte siguiendo los manuales antiguos. Mientras, se descubrieron otros antiguos huertos y los terrenos de cultivo se pudieron ampliar a 8.000 metros cuadrados. En el 2001, se llenó la primera botella y le pusieron el nombre de Villa de los Misterios, tomado de la casa donde está el huerto. De la cosecha de este año se sacarán 1.800 botellas y nunca serán muchas más, porque en los huertos descubiertos no cabe más. Será una producción más simbólica que comercial, que probablemente terminará en las embajadas de Italia por el mundo. El viajero puede tocar con la mano uno de los pequeños viñedos en el Huerto de los Fugitivos, donde hay varios pompeyanos petrificados por la lava mientras huían del volcán. Ha sido incorporado al itinerario turístico.
Comprender la vida social
El experimento del vino ha traído consigo otro. Bellas Artes se ha animado a reconstruir el hábitat que había en la zona en el 79 d.C. con el objetivo de comprender mejor la vida social y económica de los antiguos habitantes. Qué comían y cómo lo transformaban y conservaban; qué usaban como medicamentos o como vestuario...
El área arqueológica de Pompeya ocupa 66 hectáreas y 44 ya han sido excavadas. El resto es administrado por campesinos que pagan un alquiler simbólico a la Administración y las cultivan de acuerdo con unas normas muy rígidas. Los cultivos deben ser de tipo herbáceo, con raíces cortas, no pueden usar instrumentos pesados ni arar en profundidad, ni usar herbicidas o insecticidas. Biológico. Y el proyecto ha traído otro, comercial, que dentro de poco empezará a funcionar. Transformar la visita a Pompeya en un descubrimiento del mundo antiguo y, de paso, de la gastronomía actual.
«En el 79 d.C. había hostales y los habrá, había bares y los habrá», explica el arqueólogo Ernesto de Carolis. Poder sentar a los 2,5 millones de turistas por año, la mayoría de EEUU, Japón y China, a tomarse un clarete en mesas idénticas a las de entonces, con el Vesubio como telón de fondo, será una flipada.
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